LA BATALLA DEL CABO DE SANTA MARÍA
En la madrugada del 5 de octubre de 1.804, a la altura del Cabo Santa María en la costa portuguesa del Algarve y a tan solo un día de navegación de Cádiz, nadie sospechaba que la fragata española "Nuestra Señora de las Mercedes" iba a protagonizar uno de los episodios más trágicos y premonitorios de la historia naval española. La "Mercedes", como vulgarmente era conocida, había salido de Montevideo con más de 300 personas a bordo, formando parte de una flotilla compuesta por ella y tres fragatas más, "Medea", "Fama" y "Santa Clara", al mando del brigadier José Bustamante y Guerra con destino a Cádiz.
A las 7 de la mañana la flotilla avista cuatro fragatas inglesas "Amphion", "Infatigable", "Lively" y "Medusa" al mando del vicealmirante británico Graham Moore. España e Inglaterra no están en guerra en esa época, a pesar de lo cual los británicos hacen señales a los barcos españoles para que se detengan a fin de ser registrados, a cuyo efecto envían un bote a la "Medea", la cual ostenta la insignia de la flotilla. Bustamante manda llamar a dicha fragata al segundo comandante, el mayor general Diego de Alvear y Ponce de León y a su hijo mayor Carlos María, cadete del Regimiento de Dragones de Buenos Aires por su dominio de la lengua inglesa, quedando en la "Mercedes" la esposa y los siete hijos restantes. En su diario de navegación Diego de Alvear dejó escrito que el oficial inglés que arribó en un bote a las 9 de la mañana le comunicó, por orden de su comodoro Moore "que tenía la orden de detener y llevar a Inglaterra aquellas cuatro fragatas españolas y que con ese objeto llevaban allí tres semanas esperando". Bustamante consulta con sus oficiales y, a pesar de la inferior velocidad y potencia de fuego de las fragatas a su mando que por estar en tiempos de paz no se encontraban adecuadamente artilladas, decide no rendirse. A la vista de que se alargan las conversaciones, el vicealmirante Moore ordena regresar al bote mediante un cañonazo y ambas flotillas se alinean en orden de combate a distancia de un tiro de pistola.
Tras este cañonazo de aviso, los ingleses disparan un segundo que se va largo, pero el tercero alcanza a la "Mercedes" con tal fortuna que incendia la santabárbara. Las pólvoras inflamadas estallan en una espantosa explosión que lanza por los aires a la fragata hecha astillas a la vista de Diego Alvear, de su hijo Carlos María y los demás españoles, mientras el mar se tragaba junto a 249 cadáveres un verdadero tesoro compuesto por cientos de miles de monedas de plata y algunos centenares de oro, amén de todo tipo de objetos y enseres entre los que destacaban las telas de vicuña y la canela procedentes del Perú.
El combate es de corta duración, ya que a la superioridad artillera de las fragatas británicas se une la incomparable pericia de sus dotaciones. "La Fama" trata de escapar pero es alcanzada por la más marinera "Lively" al tiempo que recibe también el fuego de "La Medusa", quedando desarbolada y falleciendo su comandante, el capitán de navío Miguel Zapiain y Valladares. A la vista de la superioridad británica y la escasa combatividad de su marinería, el brigadier Bustamante rinde los restos de su escuadra a Moore a fin de evitar que muera inútilmente toda su gente.
Las fragatas que aún podían navegar son conducidas a Inglaterra, obteniendo así un botín de más de tres millones de pesos. Curiosamente, en Inglaterra se levantó una ola de protestas por el modo en que se había atacado a un país aliado:"se ha cometido un gran delito", denunciaba la prensa británica de la epoca, "una potencia amiga ha sido atacada por nuestras fuerzas. Nuestra bandera, como la de los piratas, tremola sobre los muertos". Presionado por la opinión pública, el gobierno británico decidió indemnizar a los supervivientes, pero no a las viudas y herederos de los fallecidos que quedaron sin los ahorros que aquellos habían reunido durante su servicio militar.
Las consecuencias de la batalla del Cabo de Santa María fueron de gran importancia: España declaró la guerra a Inglaterra dos meses después, lo que desembocaría en
1805 en el desastre del
cabo Trafalgar, no muy lejos del lugar del hundimiento de la "Mercedes" y que supuso el fin del poderío naval español.
El mayor general Diego de Alvear, nieto del fundador de las famosas bodegas de Montilla Diego de Alvear y Escalera, rehizo su vida en Inglaterra, donde se casó con una inglesa de 17 años con la que tuvo diez hijos, compensando de este modo con creces la pérdida de descendientes sufrida en el mar. De vuelta a España participó en la defensa de Cádiz frente a los franceses en la Guerra de la Independencia. A partir de él la familia Alvear se escinde en dos ramas: la argentina, derivada de su hijo Carlos María nacido de la porteña María Josefa Balbastro, el superviviente de la Batalla del Cabo de Santa María y la española, fruto de la descendencia con la inglesa Luisa Rebeca Ward, continuadores de la tradición bodeguera Alvear.
Su hijo
Carlos María de Alvear completó su formación en Inglaterra, regresó a España para servir en los Carabineros Reales y, tras destacar en diversas acciones en la Guerra de la Independencia contra los franceses, regresó a Buenos Aires junto a
José San Martín para participar en la emancipación americana. En 1813 fue nombrado
Presidente de la Asamblea Constituyente, al año siguiente dirigió las fuerzas que atacaron Montevideo y finalmente fue designado para reprimir el movimiento del Caudillo de la Banda Oriental José Gervasio de Artigas. En 1815, tras ser nombrado
Director Supremo, fue derribado por el general Ignacio Alvarez Thomas, por lo que tuvo que abandonar Argentina. A partir de 1824 fue nombrado
Ministro Plenipotenciario en Colombia y posteriormente
Ministro de la Guerra. En 1829 y hasta 1852 ocupó el cargo de
Ministro Plenipotenciario ante los Estados Unidos. Entre sus descendientes hay que citar a
Torcuato de Alvear,
primer intendente de la ciudad de Buenos Aires y a
Marcelo Torcuato de Alvear,
presidente de Argentina de 1.822 a 1.828.
LOS CAZATESOROS ENTRAN EN ACCIÓN
Doscientos años después del hundimiento de la "Mercedes", la empresa
Odyssey Marine Exploration dedicada a la búsqueda de tesoros subacuáticos protagonizó un nuevo episodio de piratería en versión siglo XXI. El cofundador de Odyssey y multimillonario
Greg Stemm apostó con todas sus fuerzas a que era posible conciliar el interés económico derivado de la caza de tesoros sumergidos en el mar con la investigación histórica y con el derecho internacional. Con esta convicción, Odyssey registró concienzudamente y sin ningún tipo de autorización la zona del naufragio de la "Mercedes" desde 2001, hasta localizar el pecio frente a las costas del Algarve, al oeste de la bahía de Cádiz en el año 2007, bajo la operación denominada "Black Swan".
El tesoro, compuesto por no menos de 595.000 monedas de plata y unos cuantos centenares de oro acuñadas en El Callao, se llevó a Gibraltar desde cuyo aeropuerto salió en dos aviones con destino a la base de la empresa en Tampa (Florida) con la evidente connivencia del gobierno británico. Para Greg Stemm y su empresa Odyssey se trataba del éxito definitivo de sus proyectos.
ESPAÑA SE ENFRENTA A ODYSSEY Y GANA
Tan pronto como se tuvo noticia del botín obtenido por Odyssey, las autoridades españolas sospecharon que se trataba del tesoro de la "Mercedes", procediendo de inmediato ante los tribunales estadounidenses. Para ello, se argumentó que la fragata era un barco de guerra y no un mercante, lo que implica un ataque directo a España, por lo que no prescribe a pesar del tiempo transcurrido. Además, las autoridades españolas presentaron un viejo documento guardado en el Archivo de Indias en el que se relacionaba al detalle la carga de la fragata, cuyos datos coincidían con los restos obtenidos por Odissey y que echaba por tierra las tesis de dicha compañía según las cuales el tesoro procedía de otro barco distinto.
A partir de aquí un largo proceso judicial de cinco años de duración, hasta que por fin el 17 de febrero de 2012 el juez estadounidense Mark Pizzo, del Tribunal Federal de Tampa, con ejemplar imparcialidad da la razón a España y desestima la reclamación de Odyssey, a pesar de contar ésta en su accionariado con varios senadores y políticos estadounidenses. La fragata "Mercedes" era una tumba de guerra y los americanos son muy sensibles cuando se trata de caídos con nombres y apellidos. El juez estaba conmovido.
A este respecto también es de señalar la valiosa colaboración de la U.S. Navy que aportó estudios técnicos muy valiosos, así como la personación del gobierno de Estados Unidos en el proceso, lo que inclinó definitivamente la balanza a favor de España.
Este golpe legal ha afectado no sólo a Odyssey sino en general a las empresas cazatesoros, las cuales están reorientando su actividad hacia las prospecciones mineras y las piedras preciosas. No obstante tanto Greg Stemm como su socio John Morris hicieron buen negocio: cuando se conoció el hallazgo de la "Mercedes", las acciones de Odyssey subieron rápidamente en Bolsa, lo que ellos aprovecharon para vender sus acciones. Tras el fallo judicial, las acciones se hundieron de 10 dólares a tan sólo 3.
De este modo, el 23 de febrero de 2.012 dos aviones Hércules C130 del Ejército del Aire despegaban de la base norteamericana McDill con 17 toneladas de plata y oro a bordo recuperadas del pecio del "Nuestra Señora de las Mercedes".
LA DOBLE EXPOSICIÓN EN EL MUSEO NAVAL Y EN EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
Bajo el título
"El último viaje de la Mercedes, la razón frente al expolio", el
Museo Naval exhibe las características de la construcción de la fragata, plasmadas en un modelo a escala realizado con los mismos sistemas empleados en los astilleros de La Habana en la época en la que fue construída, así como en una reproducción a tamaño natural de una parte del interior del casco. También se muestran los documentos procedentes del
Archivo General de la Marina Alvaro de Bazán, firmados en 1802 por Manuel Godoy, Príncipe de la Paz y por el Ministro de Marina para la formación de la flotilla que protagonizó la Batalla del Cabo de Santa María, así como diversos objetos recuperados del fondo del mar.
La exposición en el
Museo Arqueológico Nacional está polarizada por la muestra de más de 30.000 monedas de las 600.000 recuperadas, hábilmente expuestas mediante un sistema de espejos que multiplica su número hasta dar una idea del montante total. Además, documentos tales como el estado de caudales de la fragata o una preciosa tabaquera para rapé de oro
Una exposición que nos recuerda la grandeza de nuestra historia naval y la imperiosa necesidad de fomentar los estudios históricos a fin de profundizar en el conocimiento de nuestro inmenso Patrimonio arqueológico submarino, cuya documentación y catálogo se han mostrado decisivos para garantizar su defensa.