La marcha atrás de la evolución de las especies
En estos tiempos caracterizados por la explosión de las distopías como veíamos en el post del 9 de julio, empieza a ser obligado volver sobre las que alcanzaron mayor éxito en su momento para tratar de actualizarlas a las nuevas tecnologías y de paso aprovechar un caudal de inspiración del que no andamos sobrados precisamente. Medio siglo después de la publicación de la novela seminal de Pierre Boulle "Le Planète des singes", la originalidad de concebir la marcha atrás en el proceso evolutivo, con todo lo que conlleva de amenaza a la especie humana, no deja de rendir sus frutos.
Cuando en 1968 Charlton Heston cabalgaba por la playa junto a la bellísima Linda Harrison y descubría con desesperación la Estatua de la Libertad semienterrada en la arena, nos dejaba uno de los finales de película más desoladores en "El Planeta de los simios", la mítica adaptación al cine dirigida por Franklin Schaffner.
En las siguientes décadas se han venido sucediendo distintas versiones de este asunto en múltiples formatos y un "remake" tan costoso como apagado, hasta que en 2011 llegó a las pantallas "El origen del Planeta de los simios" dirigida por Rupert Wyatt y que puede presumir de ser una auténtica precuela de una serie de películas llamadas a formar una de las grandes series de ficción, comparables a "La Guerra de las Galaxias" o "Star Trek". La secuela que ahora llega a las pantallas "El amanecer del Planeta de los simios" dirigida por Matt Reeves no sólo no desmerece de su predecesora sino que viene a superarla con creces, con una primera hora de acción trepidante que atrapa al espectador en la butaca impidiéndole cualquier posible distracción.
La película exhibe varias virtudes. Para empezar, en lugar de una lucha entre buenos y malos, nos presenta una visión épica de pura supervivencia. Los humanos se han visto dramáticamente afectados por un virus que ha puesto a la especie al borde de la desaparición. Al mismo tiempo un grupo de simios ampliamente evolucionados genéticamente aprovechan esta circunstancia para convertirse en la especie dominante, encontrando un único obstáculo en los pocos humanos que han sobrevivido a la infección. Tanto entre los simios como entre los humanos hay distintas facciones, unas inclinadas a la destrucción total de la especie opositora, mientras que otros grupos tratan de encontrar vías de entendimiento pacífico que permiten la coexistencia.
En el aspecto técnico la superioridad de esta nueva entrega frente a la precuela de 2011 resulta evidente. El análisis informático del rostro de los actores que encarnan papeles simiescos y su adaptación a la morfología de los primates da como resultado un efecto de sorprendente realismo, en el que podemos identificar los rasgos personales de cada uno de ellos detrás de su apariencia animal, al tiempo que los movimientos faciales alcanzan al conjunto del rostro, desapareciendo la sensación de caretas a la que estábamos acostumbrados en películas anteriores. De este modo, Andy Serkis que ya protagonizara el papel estelar de "César" en "El origen del Planeta de los simios" aparece ahora con una fisonomía simiesca absolutamente lograda en todos sus gestos que nos hace creer que estamos realmente ante un primate evolucionado en lugar de un actor disfrazado.
El dinamismo de muchas de las escenas y la perfección técnica de las simulaciones por ordenador encierran al espectador en el ámbito de un mundo agónico en el que la lucha entre especies evolutivamente superiores se ve matizada por rasgos de humanidad de las que sólo ellas son capaces. Una película que va a apasionar a los amantes del género y como mínimo divertir a cualquier espectador ávido de aventuras magistralmente filmadas.